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Larraz-Beguiristain-Bergera, Escuela Infantil (0-3 años) en Berriozar (Navarra)
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Tres arquitectos, y amigos, unen ocasionalmente fuerzas y talento para afrontar un concurso, el de la Escuela Infantil en Berriozar (Navarra) en el 2008. Fruto esa feliz unión, Javier Larraz (1970), Iñigo Beguiristain (1972) e Iñaki Bergera (1972), ganan el primer premio y concluyen la obra cuatro años después. Los tres, titulados a finales de los noventa por la ETSAN, constituyen la nueva generación de arquitectos que siguen la estela de otros grandes nombres de la última arquitectura navarra: por supuesto la del gran maestro Rafael Moneo, pero también la de Patxi Mangado, Vaillo+Irigay, AH Asociados…y tantos otros.
Javier Larraz e Iñaki Bergera han visitado recientemente las páginas de este cuaderno en la entrada dedicada a la espléndida Escuela Buztinxuri en Pamplona. Luis como cabeza de equipo de Larraz Arquitectos e Iñaki Bergera mostrándonos, este último, una de sus facetas -además de la de escribidor de arquitectura y fotografía, véase Rafael Aburto, arquitecto- por la que es conocido: la de fotógrafo (también de arquitectura). Por otro lado, Iñigo Beguiristain e Iñaki Bergera han formado tándem en etapas anteriores -y han compartido estudio- en distintos proyectos por los que han recibido numerosos reconocimientos a nivel nacional; entre otros, han sido dos veces finalistas de los premios FAD (2010 y 2012). Su obra se muestra especialmente sensible cuando trabajan sobre lo existente, como han demostrado en un buen número de reconocidos proyectos de adecuación y de diseño de interiores.
Comentan los arquitectos, en la introducción de la memoria del proyecto de Berriozar y citando al maestro Louis Kahn, que la primera escuela debió ser algo parecido a una espontánea reunión de un grupo de alumnos y un maestro bajo el dosel protector de un árbol. De esta alegoría, y sin dejar de mirar las instantáneas de Bergera, noto que el trío sustituye las ramas del hipotético árbol por una cubierta cuajada de lucernarios cuyo fin último es el encuentro con la luz. La luz está presente en todo el proyecto; desde el vibrante juego de colores de la celosía de fachada que, con sus transparencias y claroscuros, hacen desaparecer la idea de límite físico (la valla y la fachada son una misma cosa), hasta el interior en el que el espacio parece fluir (y elevarse) hasta el encuentro con los grandes vitrales de los monumentales lucernarios. La sección de la cubierta, y grafía de esas montañás de hormigón, evocan cientos de proyectos en los que este arquetipo de la arquitectura moderna, el lucernario, ha estado presente. No muy lejos de esta entrada, otro interesante dueto de arquitectos navarros Pereda Pérez Arquitectos nos ofrecían, recientemente, una escuela en Pamplona en la que los lucernarios se convertían, también, en auténticos protagonistas del escenario arquitectónico.
Vale la pena detenerse, brevemente, en las interesantes fotografías que el trío vasco-navarro nos ofrecen de la puesta en obra de la escuela. Unas instantáneas que a muchos arquitectos nos interesan tanto o más aquellas de la obra perfectamente acabada, concluida y, por lo tanto, sin vuelta a tras. El potente esqueleto de hormigón, que parece flotar entre esbeltos pilares, nos muestra, en esta etapa que únicamente durará lo que tarde en llegar la siguiente cuadrilla, “otra visión” del edificio que sólo se mantendrá viva en los cuadernos de obra; una de esas múltiples “vidas” que un edificio presenta hasta que es finalmente es entregado para su uso.
De los autores....................................
Para Louis I. Kahn la primera escuela comenzó bajo un árbol, cuando un hombre que no sabía que era un maestro se puso a discutir de lo que había aprendido con otros que no sabían que eran estudiantes. Al igual que aquellos alumnos, los niños menores de 3 años aprenden de forma intuitiva e inconsciente. Estableciendo un paralelismo con la historia de Kahn, podríamos preguntarnos sobre el papel que juega ese árbol, es decir, la arquitectura, en el ejercicio de la enseñanza. Defendemos firmemente el valor pedagógico de la arquitectura y, en el caso concreto de una escuela infantil, su capacidad real para generar espacios que ayuden a los niños a desarrollar de manera sugerente, atractiva y segura esta etapa de su vida. La escuela infantil de Berriozar se desarrolla según un modelo heredado de las escuelas municipales italianas de Reggio Emilia, en el que las estancias infantiles se articulan principalmente en torno a una ‘plaza’ central que sirve como lugar de encuentro e interacción y como espacio para el desarrollo de las actividades comunes de la escuela.
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Larraz-Beguiristain-Bergera, Escuela Infantil en Berriozar, plantas, alzados y secciones tranversales (abajo) |
Teniendo en cuenta la proporción marcadamente longitudinal de la parcela, hubo que situar la plaza en una posición central y disponer de sendos patios en los extremos. De este modo, las aulas y sus dependencias anexas pasan a ocupar una posición intermedia, directamente conectadas tanto con la plaza central –iluminada y entendida como un espacio exterior– como con los patios de juegos, tratados como una prolongación física y visual de los espacios interiores. Esta distribución de la planta obligaba a intervenir en la cubierta para iluminar y ventilar naturalmente todas las estancias. La potente geometría de estos lucernarios, que surgen en función de la actividad que se desarrolla en planta, se convierte en una de las señas de identidad del proyecto. Su ingeniosa sección permite repartir eficientemente los pesos, de modo que con un espesor de 20 centímetros se alcanzan luces de hasta 12 metros.
La construcción se organiza a partir de una modulada estructura de hormigón armado que cualifica y define tanto el espacio interior como la forma en la que la luz incide en el mismo. Una celosía de color envuelve exteriormente el edificio y los patios de juego, matizando y enriqueciendo la relación entre la calle y los espacios interiores. Frente a este despliegue cromático exterior vinculado al carácter infantil y lúdico del edificio, el interior ofrece una atmósfera serena y neutra gracias a la homogénea y generosa iluminación cenital natural.
La doble escala y el juego son, finalmente, las dos herramientas fundamentales empleadas para definir el espacio interior y su equipamiento. La ineludible condición lúdica de los espacios se complementa con su control dimensional en relación al distinto tamaño de niños y cuidadores y a los diferentes objetivos que se persiguen: para los niños, recintos proporcionados a las actividades y la dimensión de los grupos y, para los cuidadores, máxima permeabilidad y transparencia que faciliten el control visual de los pequeños.
Fuentes:
+ Premio COAVN 2013 de Edificación Dotacional
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