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MID estudio, Museo del Agua en Palencia (2008-10)
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Del magnífico Canal de Castilla, a su paso por Palencia, arranca un ramal que trazado a tiralíneas sube en busca de la ciudad, hasta alcanzar el río Carrión, para desparramarse en una laguna artificial: La Dársena, flanqueada por dos humildes edificaciones destinadas, en su día, a almacenes de grano. Esta fascinante obra de ingeniería civil: “un camino de agua”, se proyectó en los tiempos de la Ilustración, y sirvió para vertebrar, económica y socialmente, esta parte de la Tierra de Campos durante más de dos siglos. Al inicio del Siglo XXI, los dos sencillos contenedores, como otros muchos que jalonan la geografía española, puede que, y curiosamente, se conviertan en beneficiarios directos de la tormenta perfecta que supone la actual crisis global, ya que como consecuencia de su limitado “glamour” y la escasez de recursos públicos, tienen -se les concede- la oportunidad de su recuperación para la ciudad; cuestión que, unos pocos años atrás, cuando “lo público” nadaba en la abundancia (falsa como comprobamos hoy) hubiera supuesto, seguramente, su sentencia de demolición.
De los dos humildes representantes de una época en la que el hombre sabía doblegar a la naturaleza sin herirla, el joven equipo navarro: MID estudio, capitaneado por los arquitectos Maier Vélez Olabarría y David Serrano Amatriain, con oficina en Pamplona, se encargó, como resultado de un concurso previo, de la recuperación de uno de ellos con el objeto de rescatar para la Memoria Histórica de la ciudad y la comarca, la importancia del líquido elemento que se narra en el Museo del Agua.
El tándem navarro muestran la habilidad de extraer (o implementar) “arquitectura” allí donde, en principio, únicamente había “construcción”. Con la precisión de cirujanos “leen” lo que el viejo edificio les muestra y, simplemente, con un certero corte en la noble cubierta de cuchillos de madera; con una incisión en el espacio continuo de la vieja nave en la que insertan una lámina de agua y el soberbio tratamiento en los “ojos” del paciente (con los muebles-ventana o artefactos: una cita histórica de la arquitectura civil) y las delicadas “cajas” que contienen los espacios servidores del Museo, recuperan ( y dignifican) para la ciudad un edificio industrial cuya estrategia de intervención nos resumen los propios autores en el texto que sigue.
De los autores...........
Aproximación al lugar
El Museo del Agua constituye una primera fase de actuación, dotando a una de las edificaciones de contenido cultural y uso, dentro de un planteamiento más ambicioso que pretende recuperar la Dársena del Canal de Castilla para su uso y disfrute por parte de la ciudad de Palencia. Además de esto se proponía, para su ejecución en una fase posterior, un pequeño aparcamiento y un pabellón - cafetería que completasen los servicios ofrecidos por el museo si bien finalmente no se han ejecutado.
La propuesta de urbanización global intenta recuperar la imagen de puerto fluvial, desfigurada por numerosos elementos de mobiliario urbano y jardinería excesivamente doméstica que se han ido añadiendo durante diferentes actuaciones realizadas a lo largo del tiempo. Se busca con ello un espacio más diáfano y claro, recuperando el espíritu ilustrado que lo motivó y, al mismo tiempo, hacerlo visible en su acceso desde la ciudad. Mediante el empleo de la vegetación autóctona de ribera se definen los nuevos límites de la dársena, ofreciendo protección respecto a la ciudad en aquellos puntos más sensibles.
El museo
El edificio objeto de reforma es una de las naves que flanquean la Dársena, de planta rectangular de 62,4 x 10,3 m. Se trata de un edificio de muros de carga de hormigón en masa, con una hoja de ladrillo caravista al exterior y un marcado ritmo de huecos, tanto de puertas como de ventanas. Su cubierta se resuelve mediante una estructura regular de cerchas de madera con tirantes metálicos.
La propuesta trata de establecer mediante el lenguaje de la arquitectura el nexo de unión entre el contenido del museo, abstracto en su enunciado, y el continente, neutral en su configuración original. Un lucernario que recorre longitudinalmente la cumbrera del edificio sirve como eje vertebrador de los diferentes espacios del museo, cualificando la luz para cada uno de ellos y dotando al edificio de significación. Este elemento se yuxtapone a la estructura preexistente sin alterarla, acomodándose a su modulación rigurosa, de modo que ambas estructuras, la antigua y la nueva, se complementan entre sí. Unas “cajas” suspendidas conducen la luz hasta el interior.
El programa se divide en tres ámbitos: la recepción, administración y servicios, el espacio destinado a exposiciones temporales y la exposición permanente. La propia configuración espacial de la nave, estrecha y alargada, establece un recorrido secuencial a través de dichos espacios, de modo que el visitante los descubre siempre siguiendo un mismo orden.
Tras el acceso y la recepción, una pieza exenta, revestida en vidrio en busca de su desmaterialización mediante el juego de reflejos y reflexiones, alberga la administración, las instalaciones, los aseos y un pequeño almacén. El visitante debe rodearla para acceder al interior del museo. La luz proveniente del lucernario refleja sobre su cubierta.
Tras esta primera pieza aparece el espacio destinado a exposiciones temporales. Se trata de un espacio diáfano y versátil que puede servir a múltiples actividades, exposiciones, conferencias, etc. La luz cenital, cambiante a lo largo del día y de las estaciones, entra libremente sobre él.
Una fuente-lámina de agua atraviesa, desde la sala de exposiciones temporales, el espacio de la exposición permanente, situado al final del recorrido, obligando al visitante a deambular a su alrededor. Las “cajas de luz” bajan para iluminar exclusivamente la lámina de agua, consiguiendo que este sea un espacio más tenue y recogido. Los prismas colgados son a su vez el propio soporte de la exposición permanente, escenificada a través de proyecciones audiovisuales interactivas, desarrolladas en el proyecto museográfico. La presencia real, tangible del agua y el sonido que genera en su discurrir, forma parte de la experiencia sensorial del museo.
Con el mismo objetivo que el lucernario, las puertas y ventanas del edificio existente son ocupadas mediante artefactos que bien buscan conducir y tamizar la luz, como es el caso de las ventanas, o dirigir la mirada, en el caso de las puertas, donde se constituyen, prolongándose más allá del espesor de los muros, pequeños espacios para el descanso en forma de mirador.
Fuentes:
+ Fotografía: Helena Vélez Olabarría
+ XI Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo
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