Hace ya algún tiempo, casi al inicio de este cuaderno, comenté la experiencia de nuestro equipo en un concurso público convocado por el Gobierno Vasco para un colegio en Vitoria-Gasteiz: el CEP Mariturri LHI. El resultado de la baremación resultó bastante amargo y, también, produjo una cierta sensación de impotencia para aquellos que -como otros muchos compañeros de distintas partes del territorio español- intentábamos escapar del terreno pantanoso en el que, con la crisis, se había ido convirtiendo el escenario de los concursos del tipo de “Servicios” en las autonomías -en nuestro caso la valenciana- y salimos a probar fortuna en otras que, en principio, parecían más serias.
La experiencia en nuestro caso, y también para otros equipos, no pudo ser más desalentadora; ni el País Vasco, ni la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, ni la propia de Castilla y León, ni la de Andalucía (ni siquiera el propio Ministerio del Interior, léase concurso para un Acuartelamiento en Úbeda) ofrecen cosas distintas a las ya experimentadas aquí en Valencia; o lo que es los mismo: en todos los sitios cuecen habas; sin más.
Dado que la historia es tercamente circular, vuelvo sobre el concurso del CEP Mariturri para publicar el escrito de un estudio de arquitectura de Igualada, Projectes Tallercinc, que acudió a la convocatoria, y que transcurridas distintas peripecias, nuestro compañero al frente del citado equipo, Casimir Torrens Potau, quiere cerrar con un alegato.
De manera resumida traslado que la propuesta de Projectes Tallercinc fue inicialmente desestimada por una “incongruencia entre las horas de dedicación en obra de cada técnico que forma el equipo y el total de horas/semana” (sic) tal y como consta en el Acta de la Mesa del día 31 de enero del 2012. Nuestro compañero Casimir Torrens recurrió dicha exclusión ante el Órgano Administrativo de Recursos Contractuales del Gobierno Vasco que ha fallado a su favor, obligando a la Mesa a incluir de nuevo en la baremación al equipo de Igualada. La reflexión que nuestro compañero hace al respecto no es un claudicación sino, más bien, la aceptación de una realidad: con la demoledora puntuación dada por los técnicos a la propuesta ganadora no merece la pena seguir desperdiciando tiempo y recursos; únicamente resta (como ya hice yo también aquí mismo) felicitar al ganador.