Forma parte ya del lenguaje cotidiano denominar Zona Cero a aquel espacio (físico o no) que ha sido objeto de un acontecimiento de tal magnitud que, automáticamente, pone el contador a cero en la historia particular de ese sitio (físico o no): primero para que no se olvide y, segundo, para que todo pueda ser reformulado desde ese nuevo punto de partida. El momento actual de crisis generalizada puede convertirse (si no lo ha sido ya) en la Zona Cero para la arquitectura en nuestro país: un espacio de tiempo, concreto, a partir del cual nos veremos obligados a buscar nuevos caminos. / Forms part of everyday language to call Zero Zone to that space (physical or not) that has undergone an event of such magnitude that automatically sets the counter to zero in the particular history of that site (physical or not): first so that is not forgotten and, second, so that everything can be reformulated from this new starting point. The present time of general crisis can become (if it has not already been) at Zero Zone for Architecture in our country: a space of time, concrete, from which we will be forced to seek new ways.

7/10/13

ELADIO DIESTE / ESCRITOS Y OBRAS 1943-1996

Eladio Dieste, Iglesia de Atlántida, Uruguay, 1960


En lo que llevamos recorrido de siglo y milenio, la aproximación por parte de críticos, estudiosos y arquitectos a la idea de una manera de "hacer" arquitectura directamente relacionada con “la tierra”, con lo natural, no para de crecer. Desde el otro lado del puente que nos trajo del XX al XXI, hemos caído en la cuenta que la escasez de recursos, el aumento de la población mundial y la entrada en escena de países, antes silentes, que reclaman su posición en este mundo globalizado, exige, urgentemente, una seria reflexión también en arquitectura, una disciplina que fagocita una gran cantidad de recursos, energía y territorio. De ahí, el interés mostrado por las revistas especializadas en la vuelta a lo natural, a la etiqueta “sostenible” (pegada sobre cualquier cosa que tienda a cierto color verdoso) y a las técnicas ancestrales de construcción. Recientemente, otro -ismo cabalga por las letras impresas: el (nuevo) primitivismo. Del optimismo de la década de los 60 por las ciudades mutantes de Archigram hemos vuelto, en un viaje circular, al sombrajo bajo los árboles de Laugier.


Quizá estos posicionamientos extremos se producen porque no damos suficiente importancia a las cuestiones intermedias, aquellas que siempre han conectado el acto de construir con su tiempo y con los limitados recursos disponibles. Ejemplo de estas posiciones respetuosas con el entorno y con un uso racional de las técnicas nos lleva al otro lado del Atlántico, a Uruguay, al encuentro con uno de los pioneros de la arquitectura anclada a “la tierra” y a “la materia” como fue el inconmensurable ingeniero Eladio Dieste (1917-2000). De nuevo, y como es ya norma en este cuaderno, la aproximación a este importante –y, en ocasiones, poco conocido- constructor, la hacemos de la mano de una publicación: la imprescindible Eladio Dieste, 1943‑1996, un libro que resumió en 1996 el pensamiento y las obras del maestro de Artigas con motivo de la exposición itinerante de su obra y pensamiento que se celebró entre Montevideo (1996) y Sevilla (1997).

Otra vez, y como apunté con Robert Maillart desde la mirada de Max Bill, nos acercamos al hecho construido y a la arquitectura de la mano de un ingeniero. Nadie pone en duda, cuando avistamos en el horizonte el centenario de su nacimiento que Eladio Dieste era ingeniero de vocación y arquitecto de pensamiento. De hecho, William J.R. Curtis en su indispensable Modern Architecture since 1900, se refiere a él con el doble apelativo de arquitecto/ingeniero.


Rosetón cerámico, Iglesia de San Pedro, Durazno
La obra, y también la vida por qué no decirlo, de Eladio Dieste estuvo regida por un fuerte (a veces beligerante) posicionamiento en relación a la búsqueda de lo esencial, lo verdadero, y la dimensión social de lo que se construye: “Una arquitectura sana no puede producirse sin un uso racional de los materiales de construcción” o “Creo que una arquitectura que tenga en cuenta los hábitos o gustos de la gente, nuestro clima.....lo estructural y lo constructivo vinculado a nuestras posibilidades, las capacidades de nuestros obreros y con el imponderable de la expresión de nuestra luz y nuestro paisaje, habrá que tener un matiz nacional”; son algunas píldoras que no dejó el maestro para el que la materia y la técnica ligadas a la economía resultaban fundamentales para anclar lo que se construye al entorno, evitando, así, la copia o la repetición de modelos importados totalmente inadecuados para el especial y cambiante clima uruguayo.

Eladio Dieste, Silo horizontal en Río Negro, Uruguay, 1978

 Campanario de la Iglesia en Atlántida, 
Dieste forma parte de ese selecto grupo de ingenieros que ya desde a principios del siglo XX emocionaron a Le Corbusier y otros maestros modernos: gente talentosa, dispuesta a poner en práctica, inmediatamente, los conocimientos adquiridos; técnicos que tomaban riesgos buscando soluciones para necesidades concretas, como los grandes constructores de silos americanos genialmente descritos por Reyner Banham en La Atlántida de hormigón. Dieste fue uno de esos precursores que logró construir un método, el de la cerámica armada, desde el estudio  y la respuesta a necesidades concretas tanto para la industria (naves), como las infraestructuras (torres de agua, estaciones de servicio) o en las construcciones para la comunidad (gimnasios e iglesias). De hecho su actitud innovadora le permitió patentar distintos sistemas y hoy en día una de las empresas que fundó, sigue ofreciendo sus servicios bajo la dirección de uno de sus hijos.

Eladio Dieste, Bóvedas gausas en la nave Herrera y Obes, Montevideo, 1979


Bóvedas autoportantes en la Terminal de autobuses en Salto, 1980
La técnica de Eladio Dieste está basada en el uso de un material ancestral como es el ladrillo. Con estas piezas durante siglos se ha dado forma y soporte a casi todas las culturas desde la antigüedad hasta nuestros días. Un material nacido directamente de la tierra que puede ser usado sin apenas manipulación (directamente del molde y secado al sol) o como pieza altamente tecnificada como la podemos encontrar, hoy en día, en infinidad de edificios por todo el mundo. El maestro uruguayo añadió a otra técnica ancestral traída desde Cataluña y Valencia, las bóvedas tabicadas (que nos lleva, a su vez, al encuentro con otros pioneros de la arquitectura y a la construcción: los Guastavino, padre e hijo y F. Candela  en América y E. Torroja en España), sus conocimientos como ingeniero para crear finísimas cáscaras de ladrillo unidas simplemente con mortero y armadas -para resistir tracciones- con barras de acero. Todo bajo el concepto de forma resistente, es decir aquella que es estable a través de su geometría: bóvedas, cúpulas y  estructuras plegadas resueltas la mayoría de ellas con la técnica de la cerámica armada. Sin duda, los logros de Dieste como ingeniero son notables desde el punto de vista de las luces alcanzadas y la variedad de sistemas que el maestro uruguayo nos regaló; no obstante quisiera detenerme un momento en la idea de la “materialidad de sus obras; de la presencia de ladrillo y la forma como creadores de espacios, de la “poética” arquitectónica.

Eladio Dieste, Iglesia de Atlántida, Uruguay, 1960


Dieste trabaja el ladrillo del mismo modo que Le Corbusier su béton brut; desnudo, al aire la mayoría de las veces y sin ningún revestimiento, dejando expuestas tanto la textura de las piezas (también muy toscas), como la rugosidad de las juntas de mortero y la tensión de los ondulados (o quebrados) planos que forma los techos y paredes. Una sinceridad en la que los materiales y las técnicas hablan por sí solos sin necesidad de más adjetivos. En este sentido la obra de Dieste alcanza su cénit en la inigualable Iglesia la Atlántida, construida en el Departamento de Canelones, Uruguay, en 1960 y con una reciente, y conocida, réplica en Alcalá de Henares (también de los modelos desarrollados en la iglesias de Malvin y Durazno). 



La Atlántida es puro movimiento. Las paredes y los techos forman una suerte de mantos suavemente ondulados, petrificados en ladrillo, que conducen al visitante hacia el altar envuelto en la tenue luz que se filtra por los pequeños huecos practicados en las cabezas de las inclinadas cáscaras laterales (conoides de directriz recta). El presbiterio se marca en el espacio con un gruesa pared de ladrillo que se detiene a mitad de altura de la nave, dejando pasar visualmente, y por detrás de él, la marea de las dos ondas laterales que se detienen sobre un paño ciego que cierra el fondo de la iglesia. La fachada invita a acceder al templo con los brazos abiertos que forman el arranque de los planos ondulados de los cerramientos laterales; sobre una simple abertura que señala la entrada, Dieste elabora un delicado tema en cerámica, un retablo geométrico resuelto de tres franjas horizontales en la que se van alternado estrechos huecos girados respecto de la directriz del plano de fachada y sobre el que se levanta el primer “labio” de la cubierta cerámica. La torre, esquinada en un lateral de la parcela, retoma ancestrales técnicas constructivas para ofrecernos una esbeltísima columna calada compuesta por apretadas pilastras de ladrillo, arriostradas por los peldaños prefabricados de la escalera helicoidal que alberga y que se muestran al exterior con un ritmo de increíble plasticidad.

 




























Recomiendo a todo aquel que se interese tanto por la obra como por el pensamiento de este indispensable autor, una mirada atenta a esta publicación que, sin duda, nos hace pensar si acaso no deberíamos prestar más atención a aquello que está justo delante de nuestros ojos, al alcance de cualquiera, antes de dar por terminado un camino que ni siquiera hemos comenzado a andar y buscar, desesperadamente, la luz en un nuevo -ismo.


Fuentes:
+ Eladio Dieste, 1943‑1996.
   Editado por la Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía. 1996.
+ Disparos sobre arquitectura 4. Eladio Dieste. Farq/Uruguay. 2003
+ Eladio Dieste, el señor de los ladrillos. Paula Cambursano, Julia Di Paolo, Vanessa Stefoni 
+ Modern architecture since 1900. William J.R. Curtis. Phaidon
+ Arquitectura Viva 151. Local Material. Back to Bassic. Essential Experiences
   David Kohn: De vuelta  a la casa de Adán