Los que en la segunda parte de la década de los 80, andábamos ocupados en completar nuestra licenciatura, teníamos un ojo puesto en el tablero y otro en El Croquis que, en aquellos momentos, comenzaba a publicar (a un precio asequible para economías estudiantiles: nº 20 abril de 1985, 250 ptas.) los últimos proyectos de Rafael Moneo. Cuando terminamos, ya no pusimos sólo uno, sino toda la artillería para desentrañar lo que Moneo quería transmitirnos en cada obra.
Me confieso –sí- un incondicional del maestro navarro; entiendo, también, que sus obras (algunas) despierten ciertos recelos, fundamentalmente, cuando se intenta adscribirlas a un determinado espíritu de la época; en ese caso, las instantáneas de algunas de sus realizaciones aparecen, a la vista de algunos, como desenfocadas, e incluso movidas, respecto del momento (tiempo) en el que fueron concebidas y realizadas. Resulta francamente complicado embridar, entre los mimbres de un calificativo, una obra del tamaño y variedad como la del profesor Moneo, pero la publicación, tantas veces anunciada, de la Editorial Gustavo Gili Rafael Moneo Apuntes sobre 21 obras, nos daba, en el 2010, alguna pista sobre lo que el propio autor opina de sus retoños. La (re)lectura de este volumen me permite resumir aquellas características –cuatro- que, entiendo, definen el modo de hacer del arquitecto: el lugar (físico o emocional), la fuerte disciplina proyectual (programa y dibujo), la materialización (lo que se ve, lo que se toca) y la concepción espacial (lo que transmite, lo que se vive). Las tres últimas en el orden que cada uno prefiera, pero la primera, el lugar, siempre como génesis del proyecto: ya sea ciudad, paisaje, trama urbana, preexistencia e, incluso, memoria.
El volumen comentado no tiene desperdicio; para aquellos que se acerquen por primera vez al mundo moneano encontrarán, directamente desde la pluma del arquitecto, los porqués de cada obra; para los que quieran profundizar, ver la obra (alguna ya con ciertos años) desde el punto de vista de la propia mirada del maestro no tiene precio. Es precisamente este último aspecto el que más me ha llamado la atención en este nuevo viaje por el libro: la capacidad de Moneo de condensar, en una frase, una obra completa. Me refiero a los encabezados que para las obras seleccionadas, realiza el arquitecto previamente a entrar en materia. Todas la obras (algunas realmente complejas) se exprimen, se sintetizan, en unas cuantas ideas: una especie de concentrado en el que se puede adivinar lo que luego será el proyecto y la obra. Con el permiso del autor y la editorial transcribo, a modo de recordatorio, algunas de estas píldoras que me parecen especialmente logradas:
Sede de Bankinter. Madrid 1972-76. Con Ramón Bescós.
Cuando la arquitectura se inspira en una geometría que emerge de lo contingente.
Ayuntamiento de Logroño. 1973-81
La ciudad como arquitectura o los edificios configurados como fragmentos de la ciudad.
Sede de la Previsión Española. Sevilla. 1982-87
Criterios con los que construir en la ciudad histórica: una discusión acerca de la noción de carácter.
Fundación Miró. Palma de Mallorca. 1987-92
Miró a través de los ojos del arquitecto: de cómo una interpretación personal de la vida y obra de un artista puede reflejarse en un proyecto.
Kursaal. Sala de conciertos y centro de convenciones. San Sebastián. 1990-99
Cuando la singular condición de la geografía de un lugar obliga a hacer uso de la intuición arquitectónica.
Ampliación del Ayuntamiento de Murcia. 1991-98
Cuando el respeto a lo preexistente no es óbice para construir sin necesidad de referencias contextuales y estilísticas.
Archivo General y Real de Navarra. Pamplona. 1994-03
De cómo en la recuperación de edificios antiguos se hace necesario encontrar un uso adecuado, poniendo así en duda el principio de “indiferencia ante la función”
Fuentes:
+ Rafael Moneo. Apuntes sobre 21 obras. Editorial G.G. 2010
+ El Croquis (nº 20) Rafael Moneo. Abril 1985
+ Premio Pritzker 1996
+ Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2012